Qué invento grandioso es el jogging. Si el jogging se pusiera de moda, de esto no tengo ninguna duda,
el jean sería víctima de una intrascendente y maratónica muerte, un deceso sin pena ni gloria.
Sin embargo, al parecer, hay alguien (cuyo nombre aparece en los manuales de historia a título de "el gran inventor",
un hombre aclamado por la academia),
a quien no le conviene en absoluto que el jogging cope góndolas y escaparates.
Y es a razón de ese alguien -ustedes sabrán a quién me refiero-
que hombres y mujeres subordinados debemos someternos a largas veladas
absurdamente incómodas, presos de una tela inelástica e irracionalmente adherida al cuerpo.
¡El jean jamás se adapta a la anatomía del muchacho o la señorita! ¡El jean no deja espacio
suficiente a los genitales masculinos y saca a relucir los excesos abdominales femeninos!
¡No disimulemos más, las costuras aprietan y eso DUELE!
¿Por qué seguimos avalando tal flagelo? ¿Quién dijo que luce más estético vestir
jeans, zapatos y otras prendas poco solidarias que vestir un holgado jogging y unas
amables pantuflas?
Propongo, sin escrúpulos, el Jogginazo, una revuelta dedicada pura y exclusivamente
a la abolición del hedonismo visual por la instauración de la comodidad deliberada.