Es martes, ya casi es viernes.
Es una hora despedazada, despierta, derramada y atroz.
Es una hora de agua y una hora que no espera, hora desesperada.
Yo no busco la paz y no busco la ausencia, no busco la mirada y no busco esta hora.
Y estoy, permanezco, me encuentra, como siempre, girando sobre mí.
Giro y me sumerjo como tuerca en el fondo del río, y me llevo el río me lleva
me trago el río me traga
desaparezco así, como me ves, esperando tus ojos de lupa
perfume de ojos
Giro y me sumerjo en el juego que nos inventamos
en las imágenes de otros
en las palabras que han parido ajenos ojos
No me molesta la quietud, mientras me mantengo en movimiento
y nunca termino las frases porque me dan miedo los finales
no tanto miedo los fines
un poco más el fin de los miedos
y en el medio del final, pongo el suspenso
Porque es martes y ya casi es viernes
y nunca supe jugar adivinanzas
y estuve esperando con ansias la hora exacta,
para decir estos ojos y llorar este verbo
y entender, que al fin y al cabo, cuando la aguja se clavó en el minuto deseado
las pupilas estaban distraidas apareándose con la noche.