un incendio que hace migas
y salpica
su cara contra la pared
el deseo de dos cascabeles
los blandos bordes
el vértigo de mirarse al espejo
y no reconocerse
apagar la luz
con los dedos cruzados
las mañanas
amanecidas sin sábanas
bicicletas viajan en el tiempo
los gemidos del cuarto piso
la paciencia
cuando el limbo está cerca
para no tentarse
y atravesarlo
como se atraviesa
un chorro de agua en invierno
un carnaval de silencio
un pasillo hacia el estrado
las manos
a los costados
al sentir el aliento en la nuca
(nunca es suficientemente de noche)
en boca cerrada
no entran moscas
pero tampoco
salen voces
que con el pecho hermético
puede llegarse ileso
hasta la punta de un glaciar
pero nunca
a la punta de la lengua
cuántos bosques nos perdemos
por cerrar el ombligo
para no dejar pasar
sin embargo no vacilo,
que detrás de toda esta corteza
hay mucha primavera