04 julio 2008

Coyuntura

Estoy sentada en la cama
en el borde de la cama
en el ángulo del borde de la cama
y no sé cómo he llegado ahí
tengo un teléfono en la mano
y un número de teléfono escrito
en la palma de la mano
un cultivo de sal* en la pollera
un nudo de músculos bajo la axila
Aprieto la mandíbula
hasta resquebrajarla
y me dejo caer, hasta arrodillarme
con la cabeza entre las piernas
suelto una blasfemia
y en vidrio se convierten mis retinas
aspiro un suspiro que me toma por sorpresa
y las voces de siempre
me agarran de los brazos
y me yerguen
Me dejo arrastrar hasta el baño
donde los dedos, autómatas
hunden sus yemas en los colores de polvo
y me los untan sobre los ojos,
las mejillas,
sobre la boca
mi máscara preferida
se despide de la actriz de plomo envejecida
y obliga a la contracción de los nuevos gestos
Salgo y entonces, con el ruido en la cabeza
el murmullo constante
el galope pulsionante
la electricidad sin interruptores
que circula feroz y embravecida
por entre mis ceros y mis unos
Salgo y arribo
y huelo y me detengo
y no miro para no ser vista
me desplego, me replego
me escabullo y me instalo en un rincón
y pájaro nocturno de sangre viva y huesos explícitos
me aborda en un abrazo de garras
dentro del cual quiero quedarme dormida
ataca mis espacios vacíos con su pico
pía en espiral y espía
con su mirada de cientochenta grados
aletea en gesto de cortejo
y huye, por supuesto, volando
Y yo yazgo exánime, estéril, petrificada
aferrada al mundo como estatua
sosteniéndome a fuerza de parálisis
de todo el humo que sostiene mi gravedad.





*metáfora obsequiada al universo por el poeta Gabo Ferro