28 abril 2008

Que te pisen

Decir éste es el fin. Y éste el principio.
Decir que abro mis piernas para que me desgloses sin vergüenza.
Decir que me gustaría hacer lo que no haría.
Decir también, por qué no, que si es por mí podés perecer ahora mismo
y prometo que no vas a ver en mi ojo izquierdo ni una sola lágrima
Decir que no te guardo compasión, ni ternura, decir que irrumpen en mí, cuando pienso en vos, las sensaciones más preciosamente desagradables.
Para qué tanto decir.
Si en realidad lo único que espero es que llegues a cualquier hora y me desnudes, me arranques la piel toda, me lamas cada centímetro cuadrado,
destrocemos el fuego en todos los pedazos
mirémonos los ojos y adentro de los ojos y adentro de todos los huecos cosechemos unas divinas magnolias
deshagamos la mañana sumergidos en diversos líquidos y elementales leches
hagámonos nube, planta, ecuación
y no dejemos ninguna incógnita
Y espero también que después de todo el escándalo
te vayas sin ningún beso
y sin ropa y sin sangre y sin savia
y sin amigos y sin alegría
y, en lo posible, que te vayas y te lleves todos mis miedos, mis remordimientos y todas las culpas, todos los límites y todas las imposibilidades y abstinencias
Y que cuando estés cruzando la calle con la pesadez sobre la nuca, se te corte el paso y un hermoso último modelo se desmorone sobre vos mientras está empezando a llover.